lunes, 19 de marzo de 2012

Capítulo 4.

4

<<¿Traición o dignidad?, el papel de Gina...>>



* * * * * * * * * * * * * * 

8736 horas & 10 minutos.



<<119 horas...>>, pensaba Gina constantemente. Le quedaba pocos días de vida, y la propuesta de aquel sujeto era muy tentadora. Vida eterna en la Nueva Londres, pero para ello debía de pagar un precio, o más bien cumplir una tarea. Debía entregar a Elisabeth al Número Cinco a cambio de una vida sin preocuparse por el tiempo. La propuesta era tan tentadora que se quedó plantada frente a la orilla del mar, donde los cadáveres de jóvenes flotaban sin descanso. Los veía de reojo, y estaba claro que ella no quería acabar así. Se volteó hacia atrás, y vio que el rostro del Número Cinco había desaparecido, posiblemente regresó a la Nueva Londres. <<Está decidido, antes estoy yo que esa chica...>>. Miró el pequeño silbato de plata que le había entregado el hombre para cuando tendría a Elisabeth bajo su control. <<Para llamarme, solo sopla, y en cuestión de segundos apareceré Gina... y entonces te otorgaré la vida que te mereces.>>



Entretanto  en el Sector 2, en la gran chimenea de donde se extraía de la tierra la energía vital de Londres, Elphias trabajaba como un presidiario ignorando los comentarios de sus compañeros respecto el ataque hacia Los Controladores la pasada noche. Recordó esa noche como si hubiera ocurrido hace unos minutos. Aún Elphias notaba la energía vital fluir por sus brazos, y de cómo de un simple golpe destrozó un aerodeslizador y se deshizo de varios Controladores; con ayuda de Elisabeth y su arco.  Eso era lo que tenía en la cabeza. Elisabeth. La misteriosa muchacha que la andaba buscando para una tarea, una misión que cambiaría la vida de todos los habitantes del Antiguo Londres; incluido su vida. Aparte de ella, estaba Gina en su cabeza. Confuso de sus sentimientos hacia ella, ya que cada roce, cada sonrisa y cada suspiro de ella, hacía que su corazón vibrase a mil por hora, y haría cualquier cosa para estar vivo durante mucho tiempo con ella.

- ¡Elphias! -

Varios chicos se apartaron y dejaron camino a la voz que le llamaba. Elisabeth corría hacia él con su arco y su daga equipada, y el pequeño Thomas detrás con ella, quién caminaba con dificultad con una mano en el pecho. Lo primero que hizo él fue correr hacia Thomas, quién andaba sofocado y sudando como un condenado del infierno.

- ¿Qué diantres hacéis aquí? - preguntó, mirando una mirada de culpabilidad a Elisabeth - No podéis estar aquí, y menos tu Elisabeth -

- No hay tiempo... - mascullaba Thomas con dificultad - 

- ¿No hay tiempo para qué? - Elphias miró a Elisabeth, que sabía que poseía las respuestas - 

- Los Cinco, líderes de Los Controladores y de ambos Londres han enviado a uno de ellos aquí... lo ha visto... perdón... lo hemos visto en una predicción - explicó - No tenemos que perder más tiempo, si ellos se mueven, sospecharán que somos una amenaza para ellos, tenemos que subir hacia arriba, a la Nueva Londres de inmediato -

Elphias no daba crédito a lo que escuchaba, pero una cosa tenía claro desde hace mucho. Las predicciones de Thomas siempre, pero siempre se cumplía; y esta vez no tenía motivos para mentir Thomas al respecto, y más por su estado. Sus predicciones, en algunas ocasiones, agotaba al muchacho en seco, o incluso le subía la temperatura corporal.

- Pero para subir nos hará falta un vehículo que vuele... - dijo Elphias - 

- Lo se... - mascullo Elisabeth - De eso no hay problema, pero debemos darnos prisa de inmediato, no hay tiempo que perder -

- ¡Bien!... - exclamó - ¿Que hacemos? -

- El primer factor. Extraer una gran cantidad de energía vital de la tierra, y guardarla en un ente vivo; osea tú -

Lo comprendió enseguida. El primer factor era extraer la energía vital de la tierra con sus propias manos, o más bien con ayuda de su habilidad. No dudó ni un instante en hacerlo, y se arrodilló al suelo con las palmas de las manos abiertas. Cerró los ojos e intentó concentrarse como aquella noche... pero no consiguió apenas nada. Se sacudió las manos y las volvió a posar en la tierra, esta vez con más fuerza. Thomas agarraba fuerte la mano de Elisabeth para que lo consiguiera... pero tampoco pudo. Se levantó del suelo y miró a Elisabeth para que le diese una solución, pero únicamente se encogió de hombros sin saber que hacer.

- Lo siento... - 

- ¿No puedes extraer energía con tu habilidad?... - preguntó Elisabeth con una voz apagada y derrotada - ¿Me estás diciendo que no...? -

- Lo he intentado, pero no se... ¡hace menos de veinticuatro horas que conocí mi habilidad, no se desarrollarlo al cien por cien! - exclamo enfadado - 

- Conozco a alguien que te podría ayudar... - mascullo Elisabeth - Pero debemos irnos .... -

De repente Gina apareció en escena, y esta vez sin vergüenza alguna, su reloj de vida estaba visible. Marcaba <<119 horas & 3 minutos...>>. Los trabajadores que estaban alrededor salieron corriendo de su vera, y Elphias se quedó tan blanco como la pura nieve, y tan duro como la roca. ¿Cómo era posible que ella tendría menos tiempo de vida que Elphias?, era casi imposible; pero posible si se conocía la verdad. Gina se acercó poco a poco a ellos, con el silbato de plata colgando de su cuello, y se acercó a Elphias sin pensar ni un momento.

- Si, tengo dieciocho, y mentí vale... todo por no preocupar a Thomas, Elphias... - 

- Es imposible... Elisabeth ¿tu sabías esto? -

- Nada más cuando la conocí, supe su verdadero tiempo... - dijo - 

Gina miró a su hermano, pero él la ladeó a un lado para no mirarla. La tensión se estaba caldeando, y Elisabeth tuvo que regresar al tema inicial de antes; el tiempo se agotaba, el Número Cinco andaba planeando algo, y la vida de Gina corría grave peligro, pero antes de que dijese nada, fue Elphias quién saltó.

- Elisabeth, llévame ante los que me pueden enseñar a desarrollar mi habilidad, por favor. De esa manera podré extraer la energía y continuar los siguientes pasos -

- Viven al suroeste de aquí, no está tan lejos -

Elisabeth abrió camino por el único camino del lugar, y detrás fueron los demás. Thomas seguía sin mirar a su hermana, y Elphias aún lo estaba asimilando. Gina en cambio, sostenía el silbato y se lo pasaba por sus carnosos labios, a la espera de tener a Elisabeth sola.




[***]




El Número Cinco paseaba de un lado a otro por un estrecho pasillo. Su túnica ondeaba al unísono de sus botas. Aguardaba a que la puerta de la celda se abriera para dar otra visita más a la pequeña vidente que Los Controladores retenían en la Nueva Londres. Justamente cuando se abrió la puerta, la Número Uno, la única mujer entre los líderes, salió de la celda con una sonrisa perturbadora. Miró a Cinco, y después lo dejó pasar. Cinco apenas se percataba del odio que Uno tenía hacia él, y entró en la celda sin preocupación. La niña, que lucía un camisón grisáceo, y unos grilletes en los tobillos, le esperaba sentada en su cama. Él se acercó, se arrodilló y la tomó de la mano sin verla a los ojos. La niña, como de costumbre y a través del contacto, le mostró a Cinco una nueva predicción...

<<Una pequeña casa situado en los límites de la Antigua Londres. Gina camina junto a sus amigos, aún rozando los labios en el silbato...>>

La predicción se detuvo.

- ¿Solo esto me puedes mostrar hoy? -

- Lo siento Número Cinco, pero esta predicción es difícil de verla. Cambia constantemente de decisión la chica que aparece... no hay un destino fijo -

- Uhm.... ¿así que Gina durará si ayudarme? -

La niña asintió, pero no era suficiente para él. Con brusquedad la tomó de nuevo de la mano, y otro chorro de imágenes brotó en su mente.

<<Era Número Cinco frente a la casa de antes. Gina se encontraba a la vera de Thomas, y Elisabeth resguardada de Elphias; pero el Número Cinco tenía otro objetivo. Una chica de cabello lacio se plantó ante él, y por su extraordinaria habilidad, la chica se transfiguró en él mismo.

- ¡Venga Sarah, dale duro! - exclamo una voz -

Era un chico, parecido a la chica de antes, pero en varón. Éste tenía tierra en sus manos, que poco a poco la tierra que comenzaba a pisar se alzaba, formando así unos peculiares tentáculos de tierra.>>

- ¡Agh! - 

Número Cinco se separó de la niña, y vio una grave quemadura en su mano.

- Es lo que tiene de avariciar el saber del futuro... Cinco - le recordó la niña - Y creo que has visto que tienes otros dos nuevos contrincantes eh... -

- Una chica metamorfa... - mascullo -



[***]



Al suroeste del Antiguo Londres estaba los límites de la ciudad, donde yacía una pequeña casa rústica en buenas condiciones. De la casa salió un apuesto muchacho rubio, y sin camiseta, aunque manchado de una especie de aceite sobre su pecho. Cuando se volteó y divisó unas pequeñas sombras acercándose a la casa, reconoció al instante el cabello chispeante de Elisabeth, quien saludaba a lo lejos.

- ¿Ese quien es? - preguntó Gina algo embobada -

- Michael, él y su hermana ayudarán a Elphias a desarrollar su habilidad -

- ¿Estás segura? - preguntó Thomas. Nadie respondió - Obvio... - suspiró -

Antes de saludar a Elisabeth, Michael golpeó la puerta, y su hermana apareció tan sorprendida como él al ver a una antigua amiga regresar.. a casa. 

- ¡Sarah! - exclamo Elisabeth al verla - 

- ¡Elisabeth!, ¡creíamos que...! -

- ¡Lo se! -

- ¿Y que te ha pasado? -

- No hay tiempo que perder. Tengo a Elphias Doller... necesita vuestra ayuda -

Michael y Sarah, hermanos gemelos de por si, conocían la pequeña profecía que profetizó aquella vidente a Elisabeth tiempo atrás, así que conocían la historia a la perfección. Sin perder ni un segundo, Sarah les ofreció entrar en su humilde morada, un gran salón rústico con todo lo necesario para sobrevivir.

- Gracias a los dioses que encontraste a Elphias Doller... - masculló Sarah - Ami hermano y ami nos quedan casi un mes de vida... -

- Tranquilos, ami unos días - vaciló Gina - 

- Por eso hay que ponerse en marcha - saltó Elisabeth - Debéis mostrarle a Elphias como manejar su habilidad y guardar la energía vital en su cuerpo... sino... - 

Elisabeth miró a Gina con preocupación, pero ella la miró con una sonrisa. Ya no veía a la rubia con el arco de antes, sino como un trofeo para ella, que pronto estaría prisionera, y que tarde o temprano ella tendría mejor vida. Disimuladamente, tomó el silbato con delicadeza, y se lo posó en sus labios rojizos...

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